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lunes, 1 de agosto de 2011

Rene Descartes: La cita / The quote

"No hay nada repartido más equitativamente en el mundo que la razón. Todos están convencidos de tener suficiente."

René Descartes.- (1596-1650) Filósofo, científico, y matematico francés.

"Nothing is more evenly distributed in the world than the reason. Everyone is convinced of having enough."

René Descartes.- (1596-1650) French philosopher, scientist and mathematician.


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Ode to the Brain!: Symphony of Science


"Ode to the Brain!" by Symphony of Science.

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Diez mitos sobre el cerebro


Diez mitos sobre el cerebro

Cuando se trata de este complejo órgano, misterioso, fascinante, ¿Sabemos qué hace y qué no hace?

1. Usamos sólo el 10 por ciento de nuestro cerebro.
Esto suena tan convincente, un número exacto, repetido en la cultura pop durante un siglo, lo que implica que tenemos grandes reservas sin explotar de las facultades mentales. Sin embargo, el supuestamente inutilizado 90% del cerebro no es un apéndice. Los cerebros son caros, se necesita mucha energía para construir el cerebro durante el desarrollo fetal y la infancia y mantenerlo en los adultos. "Evolutivamente", no tendría sentido llevar a todas partes el tejido excedente del cerebro. Los experimentos con PET o MRI muestran que gran parte del cerebro se usa incluso durante tareas sencillas, y los daños para incluso un poco de cerebro pueden tener profundas consecuencias para el lenguaje, la percepción sensorial, el movimiento o la emoción.

Es cierto que tenemos algunas reservas en el cerebro. Los estudios de autopsia demuestran que muchas personas tienen signos físicos de la enfermedad de Alzheimer (tales como placas de amiloide entre las neuronas) en el cerebro, aunque no presentaban la enfermedad en si. Al parecer podemos perder parte del tejido cerebral y seguir funcionando bastante bien. Y la gente obtiene mayor puntuación en las pruebas de coeficiente intelectual si esta muy motivada, lo que sugiere que no siempre nuestra mente usa su capacidad al 100 por ciento.

2. "Recuerdos Flashbulb" precisos, detallados y persistentes.
Todos tenemos recuerdos que se sienten tan vívidos y precisos como una instantánea, por lo general de algunos sucesos impactantes y dramáticos, como el asesinato del presidente Kennedy, la explosión del transbordador espacial Challenger, los ataques del 11 de septiembre de 2001. Las personas recuerdan exactamente dónde estaban, qué hacían, con quién estaban, qué vieron u oyeron. Sin embargo, varios experimentos han probado la memoria inteligente de las personas inmediatamente después de una tragedia y otra vez varios meses o años después. Los sujetos tienden a estar seguros de que sus recuerdos son exactos y dicen que las memorias flash son más vívidas que otros recuerdos. Por muy vívidos que sean, estos recuerdos con el tiempo decaen como lo hacen otros recuerdos. La gente se olvida de detalles importantes y añade datos incorrectos, sin conciencia de que están recreando una escena confusa en sus mentes en vez de utilizar una perfecta reproducción fotográfica.

3. Es todo cuesta abajo después de los 40 (o 50 o 60 o 70).
Es cierto, algunas habilidades cognitivas pueden disminuir a medida que envejecemos. Los niños son mejores en el aprendizaje de nuevos idiomas que los adultos, y nunca juegues un juego de concentración en contra de un niño de 10 años, a menos que estés dispuesto a ser humillado. Los adultos jóvenes son más rápidos que los adultos mayores para juzgar si dos objetos son iguales o diferentes, les es más fácil memorizar una lista de palabras al azar, y son más rápidos en contar hacia atrás de siete en siete.

Pero un montón de habilidades mentales mejoran con la edad. El vocabulario, por ejemplo; las personas mayores saben más palabras y entienden mejor las sutiles distinciones lingüísticas. Dada una semblanza de un extraño, los mayores son mejores jueces del carácter. Tienen mayor puntuación en las pruebas de sabiduría social, tales como la forma de resolver un conflicto. Y la gente mayor mejora con el tiempo en regular sus propias emociones y encontrar significado en sus vidas.

4. Tenemos cinco sentidos.
Claro; vista, olfato, oído, gusto y el tacto son los más grandes. Pero tenemos muchas otras maneras de percibir el mundo y nuestro lugar en él. La propiocepción es un sentido de cómo nuestros cuerpos se colocan. La nocicepción es una sensación de dolor. También tenemos un sentido de equilibrio (el oído interno es para este sentido lo que el ojo es para la visión), así como un sentido de la temperatura corporal, la aceleración y el paso del tiempo.

En comparación con otras especies, sin embargo, los seres humanos estámos perdidos. Los murciélagos y los delfines usan el sonar para encontrar a sus presas, algunas aves e insectos ven la luz ultravioleta; las serpientes detectan el calor de sus presas de sangre caliente. Ratas, gatos, focas y otros animales utilizan sus bigotes "vibradores" para juzgar las relaciones espaciales, o detectar los movimientos. Los tiburones sienten los campos eléctricos en el agua; y aves, tortugas y bacterias incluso se orientan por el campo magnético terrestre.

Por cierto, ¿has visto el mapa gustativo de la lengua, el diagrama que demuestra las distintas regiones sensibles a los sabores: Salado, dulce, ácido o amargo? También es un mito. Ademas, ahora se reconoce un quinto sabor.

El sorprendente cerebro! / The amazing brain!

A pesar de todos los mitos relacionados con las capacidades del cerebro, este maravilloso organo no deja de sorprendernos.

Despite all the myths about the capabilities of the brain, this wonderful organ never ceases to amaze us.


Celula cerebral / Brain cell


Centros nerviosos del cerebro.


Escaneo cerebral / Maping the brain.


Cerebro / brain 1 


Cerebro / Brain 2


Cerebro / Brain 3


Cerebro / Brain 4


Cerebro / Brain 5


Cerebro / Brain 6


Cerebro / Brain 7


Cerebro / Brain 8


Cerebro / Brain 9


Cerebro azul


A algunos nos funciona asi / For some of us works in this way.


A otros no les da para mas / To others were not given for more.

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Historia del origen del juego de ajedrez

Historia del origen del juego de ajedrez


Difícil será descubrir, dada la incertidumbre de los documentos antiguos, la época precisa en que vivió y reinó en la India un príncipe llamado Ladava, señor de la provincia de Taligana. Sería, sin embargo, injusto ocultar que el nombre de dicho monarca es señalado por varios historiadores hindúes como uno de los soberanos más ricos y generosos de su tiempo.

La guerra, con su cortejo fatal de calamidades, amargó la existencia del rey Ladava, transformando el ocio y gozo de la realeza en otras más inquietantes tribulaciones. Adscrito al deber que le imponía la corona, de velar por la tranquilidad de sus súbditos, nuestro buen y generoso monarca se vio obligado a empuñar la espada para rechazar, al frente de su pequeño ejército, un ataque insólito y brutal del aventurero Varangul, que se hacía llamar príncipe de Calián.

El choque violento de las fuerzas rivales cubrió de cadáveres los campos de Dacsina, y ensangrentó las aguas sagradas del río Sabdhu. El rey Ladava poseía, según lo que de él nos dicen los historiadores, un talento militar no frecuente. Sereno ante la inminente invasión, elaboró un plan de batalla, y tan hábil y tan feliz fue al ejecutarlo, que logró vencer y aniquilar por completo a los pérfidos perturbadores de la paz de su reino. El triunfo sobre los fanáticos de Varangul le costó desgraciadamente duros sacrificios. Muchos jóvenes xatrias pagaron con su vida la seguridad del trono y el prestigio de la dinastía. Entre los muertos, con el pecho atravesado por una flecha, quedó en el campo de combate el príncipe Adjamir, hijo del rey Ladava, que se sacrificó patrióticamente en lo más encendido del combate para salvar la posición que dio a los suyos la victoria.

Terminada la cruenta campaña y asegurada la nueva línea de fronteras, regresó el rey a su suntuoso palacio de Andra. Impuso sin embargo la rigurosa prohibición de celebrar el triunfo con las ruidosas manifestaciones con que los hindúes solían celebrar sus victorias.

Encerrado en sus aposentos, sólo salía de ellos para oír a sus ministros y sabios brahmanes cuando algún grave problema lo llamaba a tomar decisiones en interés de la felicidad de sus súbditos. Con el paso del tiempo, lejos de apagarse los recuerdos de la penosa campaña, la angustia y la tristeza del rey se fueron agravando. ¿De qué le servían realmente sus ricos palacios, sus elefantes de guerra, los tesoros inmensos que poseía, si ya no tenía a su lado a aquél que había sido siempre la razón de ser de su existencia? ¿Qué valor podrían tener a los ojos de un padre inconsolable las riquezas materiales que no apagan nunca la nostalgia del hijo perdido?

El rey no podía olvidar las peripecias de la batalla en que murió Adjamir. El desgraciado monarca se pasaba horas y horas trazando en una gran caja de arena las maniobras ejecutadas por sus tropas durante el asalto. Con un surco indicaba la marcha de la infantería; al otro lado, paralelamente, otro trazo mostraba el avance de los elefantes de guerra. Un poco más abajo, representada por perfilados círculos dispuestos con simetría, aparecía la caballería mandada por un viejo radj, que decía gozar de la protección de Techandra, diosa de la Luna. Por medio de otras líneas esbozaba el rey la posición de las columnas enemigas desventajosamente colocadas, gracias a su estrategia, en el campo en que se libró la batalla decisiva.

Una vez completado el cuadro de los combatientes con todas las menudencias que recordaba, el rey borraba todo para empezar de nuevo, como si sintiera el íntimo gozo de revivir los momentos pasados en la angustia y la ansiedad.

A la hora temprana en que llegaban al palacio los viejos brahmanes para la lectura de los Vedas, ya el rey había trazado y borrado en su cajón de arena el plano de la batalla que se reproducía interminablemente.

-¡Desgraciado monarca!, murmuraban los sacerdotes afligidos. Obra como un sudra a quien Dios privara de la luz de la razón. Sólo Dhanoutara, poderosa y clemente, podría salvarlo.

Y los brahmanes rezaban por él, quemaban raíces aromáticas implorando a la eterna celadora de los enfermos que amparase al soberano de Taligana.

Un día, al fin, el rey fue informado de que un joven brahmán -pobre y modesto- solicitaba audiencia. Ya antes lo había intentado varias veces pero el rey se negaba siempre alegando que no estaba en disposición de ánimo para recibir a nadie. Pero esta vez accedió a la petición y mandó que llevaran a su presencia al desconocido.

No te quiero nada: Ha Ash


HA-ASH - "No Te Quiero Nada"

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