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jueves, 30 de junio de 2011

Dígalo con solo 17 sílabas

Dígalo con solo 17 sílabas


Un pétalo caído
vuela de regreso a su rama:
¡ah! ¡Una mariposa!

¡Qué cuadro tan delicado se transmite con estas pocas palabras! Lo cierto es que para decirlo en japonés, solo se utilizan diecisiete sílabas. Los japoneses, eternos maestros de la miniaturización, loan a su país y a su gente mediante el haiku, una forma de poesía que consiste en tres versos que no riman.

En un principio, el haiku formaba parte de un waka o tanka, composición poética compuesta de cinco versos con un total de treinta y un sílabas. Los poetas aficionados de la Edad Media gustaban de utilizar el waka en una especie de juego literario: uno recitaba los tres primeros versos y otro terminaba el waka añadiéndole los otros dos. Con el tiempo, aquellos fragmentos iniciales compuestos de tres versos llegaron a hacerse populares, y así fue como nació el haiku.

Cómo componer un “haiku”

El haiku es una lección de brevedad. El primer verso y el tercero tienen cinco sílabas, mientras que el segundo, siete. Lo tradicional es que todo haiku contenga el nombre de una estación o alguna palabra que evoque la época del año. “Nieve” hace pensar en invierno; “rana” o “capullo” recuerdan la primavera, y la palabra “calor” puede sumir al lector en pleno bochorno de un sofocante día de verano. Sí, el experto en este tipo de composición poética es capaz de transmitir vívidamente un estado de ánimo con tan solo unas sílabas.


Cebada secándose
frente a la puerta,
viejas persianas de bambú que cuelgan.

¿Puede usted visualizar la vieja casa de campo? Se han dejado los granos de cebada frente a la entrada para que se sequen. Sobre la puerta hay colgadas unas persianas de bambú, muy estropeadas por el sol de tiempos pasados.

Un haiku bien compuesto, llamado por algunos “la poesía de la percepción”, puede hacer que el lector palpe la escena.

Caracol, mi hombrecito,
lentamente, ¡ah!, muy lentamente
escala el Fujiyama.

Trate de imaginarse esta escena. El monte Fujiyama se alza abruptamente a una altura de más de 3.700 metros sobre el nivel del mar, y las colinas que hay junto a su base se quedan en nada. Alcanzar su cima no es una hazaña cualquiera, y el insignificante hombre tiene que escalar como un caracol, sumamente despacio. Uno casi puede sentir el dolor en las extremidades.

Los poetas que componían haiku, como Issa Kobayashi —de principios del siglo XIX—, veían detalles humorísticos en la vida cotidiana, si bien desde un ángulo un tanto sombrío. Esto se refleja en uno de sus haiku:

El cambio de ropas,
cambiadas, sí,
pero los mismos piojos de mis andaduras.

Todos estos ejemplos de haiku contienen las referencias tradicionales a la naturaleza y a cierta estación del año. Hacen que el lector sea más sensible a la flora y la fauna, a los cambios de estación, a un paisaje de delicada belleza y a un sinfín de otros detalles sobre la tierra y su gente. Sin reflejar sus propios sentimientos, el poeta despierta la sensibilidad del lector con su magistral selección de unas pocas palabras. ¡Qué forma tan hermosa de utilizar el don del lenguaje!

El “haiku” como medio de enseñanza

La sencillez del haiku lo convierte en una composición poética ideal para cualquiera que desee introducirse en la poesía. Algunos profesores opinan que el haiku es un primer paso muy provechoso en el camino a la redacción creadora. Además, la forma delicada de referirse a la naturaleza y las estaciones hace que el estudiante se haga más consciente del mundo que lo rodea. Y el analizar con tanto detalle la belleza de la creación puede motivar a la persona a apreciar más profundamente al Creador.

Una profesora de párvulos de Osaka (Japón) tuvo buenas experiencias al enseñar haiku a los niños. Alumnos de entre tres y cinco años de edad aprendieron unos cien haiku durante el curso. Como resultado, se observó que esos niños manifestaban “más aprecio por la naturaleza y más consideración hacia los animales”, un buen resultado en esta época de frenética diversión dominada por la fantasía.

Cabría mencionar que algunos profesionales en este arte poético opinan que para destacarse en el haiku, tienen que introducirse en el terreno de lo religioso, como el budismo zen y la meditación. Sin embargo, la mayoría de los japoneses aprenden haiku simplemente como una parte de la literatura japonesa, y eso es lo que siempre seguirá siendo para ellos.

El “haiku” trasciende a otros lugares

Aunque se originó, se pulió y se cultivó en Japón, el haiku está reconocido comúnmente como la composición poética más corta del mundo. A finales de la década de los cincuenta, en Occidente, en especial en Estados Unidos, donde existen varias publicaciones de haiku en inglés, surgió un creciente interés por este tipo de composición poética. Un ejemplo de este interés es el de una profesora de California que descubrió, satisfecha, que sus alumnos captaban en seguida las reglas básicas del haiku. Este fue el primer poema compuesto por uno de sus estudiantes:

Desde la montaña,
la luna
se dirige lentamente a las estrellas.

No está nada mal para un jovencito.

El haiku también se está abriendo paso en el Tercer Mundo, y empieza a componerse en África. Los senegaleses han demostrado ser poetas de una gran sensibilidad. He aquí un ejemplo de su poesía:

Las ondulaciones del lecho del río
sonríen tristemente
bajo el resplandeciente sol.

De qué forma tan conmovedora expresa este haiku la intensidad del sol africano. Allí las personas viven cerca de la naturaleza y saben captar su poder y belleza. Dominan muy bien este tipo de poesía.

Por supuesto, cuando el haiku tiene que traducirse del japonés a otro idioma, surge el problema de la forma. Aunque la forma de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente, resulta ordenada y pulida en japonés, esa misma combinación silábica puede resultar poco elegante en otro idioma. Por eso, algunos maestros abogan por que se pase por alto el número de sílabas o incluso por que se escriba el poema en tan solo dos versos. Otros prefieren conservar la forma de tres versos, pero alargan un poco el segundo. A continuación podemos ver un haiku no japonés que ganó un premio por la perfección de su forma (en el idioma en que se escribió) y contenido:

Una mañana glacial:
gorriones posados juntos
sin cuello.

Nos comunica que es una fría mañana de invierno. Unos gorriones están acurrucados, quizás sobre un cable de teléfonos, cada uno con el cuello oculto entre las plumas para mantenerse caliente. Todo este cuadro transmitido en un instante.

Ahí es donde radica la creciente atracción por el haiku: el desafío de expresar la belleza de la naturaleza, captando los detalles más insignificantes de una escena y avivando las emociones del lector, con solo diecisiete sílabas dispuestas en tres versos. Todo esto es lo que logra el haiku.

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón
g89 8/1 págs. 12-14 Dígalo con solo 17 sílabas

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