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miércoles, 2 de febrero de 2011

La profesión médica en un mundo cambiante

La profesión médica en un mundo cambiante

En 1174, Maimónides es designado médico de la corte egipcia, donde pasa la mayor parte del tiempo. En un relato cuenta qué hace cada día al volver a casa, todavía en ayunas, y hallarse ante quienes requieren sus servicios: “[Como] un pequeño bocadillo, salgo luego para atenderlos y les prescribo recetas y fórmulas para la curación de sus enfermedades. La entrada y salida de los pacientes dura hasta la noche. A veces, [...] me encuentro en el extremo de mis fuerzas hasta el punto que apenas puedo hablar”.

LOS médicos siempre han sido personas abnegadas. Pero ahora encaran un mundo en el que los cambios se suceden con gran rapidez. Tal vez tengan un horario tan extenuante como el de Maimónides, pero ¿gozan del mismo respeto que antaño? ¿De qué modo se ha visto afectado su estilo de vida por las nuevas circunstancias? ¿Cómo ha repercutido en su relación con los pacientes el curso que han tomado los asuntos en las últimas décadas?

Cambios en la relación

Aún hay quienes recuerdan cuando los doctores llevaban todos sus remedios en un maletín negro. Al igual que hoy, los facultativos suscitaban sentimientos encontrados. Por lo general, eran admirados por su capacidad, rango y ética, pero también recibían críticas por sus tarifas, errores y aparente frialdad.

Pese a todo, muchos de ellos sentían gran satisfacción ayudando a varias generaciones de la misma familia. Realizaban frecuentes visitas domiciliarias, y en las zonas rurales se quedaban a veces a comer, o incluso a dormir si tenían que asistir en un parto. No era raro que confeccionaran las medicinas para sus pacientes. Algunos eran tan altruistas que atendían gratuitamente a los pobres y estaban siempre disponibles: las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.

Es cierto que todavía quedan médicos así; no obstante, en numerosos países, la relación con los pacientes probablemente haya cambiado más en los pasados decenios que en muchos siglos. ¿Por qué? Examinemos en primer lugar las visitas domiciliarias.

¿Qué ha sido de las visitas domiciliarias?

Visitar a los enfermos en sus hogares era una práctica habitual, y en algunos países continúa siéndolo. Sin embargo, cada vez lo es menos, como admite el periódico The Times of India: “En esta era de especialistas y superespecialistas se encuentra en vías de extinción la figura del médico de cabecera, con su tranquilizadora presencia, buen conocimiento de la familia y disposición a acudir a su lado siempre que hiciera falta”.

Los vertiginosos avances científicos han llevado a muchos médicos a centrarse en un determinado campo y trabajar en equipo. Como consecuencia, el enfermo tal vez sea atendido cada vez por un profesional diferente, al cual ya no le resulta posible mantener largas relaciones con familias enteras.

La decadencia de las visitas domiciliarias comenzó hace un siglo, al irse generalizando los análisis de laboratorio y los equipos de diagnóstico. De hecho, las instituciones sanitarias de muchos lugares pasaron a considerar que tales visitas eran un derroche de tiempo. Hoy día, la mayoría de los enfermos pueden desplazarse hasta la consulta. Además, hay unidades de emergencia y otros servicios auxiliares que asumen funciones que en su día fueron patrimonio del galeno.

Cambios en la situación

En el mundo actual hay cada vez menos médicos independientes. La asistencia sanitaria la brindan por lo general organismos oficiales y compañías privadas que contratan facultativos, a muchos de los cuales les incomoda que existan intermediarios en su relación con el paciente. A veces, tales instituciones les exigen atender a más enfermos en menos tiempo. “A cada paciente —indica Sheila Perkins, generalista británica— le puedo dedicar de siete a diez minutos, que casi se me van en introducir sus datos en la computadora. Me queda poco tiempo para cultivar una relación con cada uno, lo cual no deja de molestarme.”

El médico de hoy vive en un mundo cambiante donde sus indicaciones ya no son incuestionables. El paciente ha adquirido más poder, al grado de que en muchos países tiene el derecho de recibir información sobre las opciones existentes y sus posibles consecuencias antes de dar su consentimiento a una determinada terapia. Tanto ha cambiado la relación que el médico es considerado por algunas personas como un simple técnico.

Además, los cambios sociales, que se suceden vertiginosamente, han llevado a que ahora haya un buen número de doctoras, a las que suele atribuirse una mayor disposición a escuchar, lo que al parecer contribuye a que el mundo de la medicina se humanice.

La mayoría de los pacientes agradece contar con un médico que comprenda sus sentimientos y tensiones. Pero cabría preguntarse: ¿cuántos de ellos comprenden los sentimientos y las tensiones de este? Tal entendimiento mejoraría sin duda las relaciones entre facultativo y enfermo.

 g05 22/1 págs. 3-4

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