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sábado, 1 de octubre de 2011

Un universo musical al alcance de sus manos

Un universo musical al alcance de sus manos

“DE TODOS los instrumentos musicales, el mejor.” Esa es la opinión que se merece, según algunos, el piano. Es expresivo y adaptable, capaz de acomodarse sin dificultad al mundo de la música clásica, el jazz o la música popular. Igual puede acaparar majestuoso el escenario, como solista en un concierto, que acompañar con discreción al más tímido cantante. En un momento puede hacer de “hombre orquesta”, y en otro combinarse con prácticamente cualquier instrumento. Se le ha llamado “el equivalente musical de la paleta del pintor”, y ha inspirado algunas de las más bellas composiciones jamás escritas. Ahora bien, ¿quién lo inventó, y por qué ha perdurado su fama?

Los predecesores

Entre los primeros instrumentos de cuerdas pulsadas se cuentan el arpa y la lira. Siglos después vino la dulcema, cuyas cuerdas golpeaba el intérprete con unos macillos. En la Edad Media se fabricaron en Europa varios instrumentos de cuerdas que se punteaban o se golpeaban mediante un teclado, siendo el clavicordio y el clave los más populares. El cuerpo del clavicordio consistía en una caja rectangular con tapa, cuyas cuerdas eran percutidas por debajo con laminillas metálicas llamadas tangentes. Su sonido, aunque expresivo, era tan débil que quedaba ahogado por cualquier otro instrumento o por la voz de un cantante. El clave, por su parte, era más grande, muy parecido al piano de cola moderno, y tenía largas cuerdas que se punteaban con plumas de ave o púas llamadas plectros. Producía un sonido fuerte y con buena resonancia, pero no variaba de volumen.

Puesto que para el año 1700 estaban surgiendo nuevas composiciones musicales de gran expresividad dramática, los músicos buscaban un instrumento de tecla con la sensibilidad del clavicordio y la potencia del clave.

La llegada del piano

Bartolomeo Cristofori, fabricante italiano de instrumentos musicales, combinó los elementos básicos del clave con el mecanismo del clavicordio, en el que las cuerdas eran golpeadas por pequeños martillos de madera recubiertos de cuero. Llamó a su invento gravicembalo col piano e forte (clave con suave y fuerte), que terminó abreviado en “pianoforte” y, al final, en “piano”. Había nacido un instrumento de tecla de mayor sonoridad, con el que se podrían obtener matices suaves o fuertes.

Por desgracia, Cristofori no vivió para ver el triunfo de su invento. Ante el poco interés del público, se dedicó de nuevo a fabricar claves. Casi treinta años después, el organero alemán Gottfried Silbermann le echó otra mirada al piano de Cristofori y comenzó a construir su propia versión. También hubo artesanos alemanes y austriacos que siguieron experimentando, concentrándose en la creación de un modelo más pequeño y ligero, denominado piano de mesa.

Asimismo, en Inglaterra ponía manos a la obra otro grupo de pianistas, los cuales habían emigrado de Alemania a finales de la década de 1750. Uno de ellos, Johannes Zumpe, fabricó un modelo de mesa que se vendió bien. El francés Sébastien Érard y otros fabricantes de Europa y América continuaron con las mejoras. Por su parte, el sagaz ebanista escocés John Broadwood percibió que el piano sería el instrumento ideal para las señoritas de la próspera clase media recién surgida. Al poco tiempo, su empresa fabricaba pianos en grandes cantidades, tanto de mesa como de cola.

El siguiente desafío consistió en crear un modelo compacto que igualara la sonoridad suprema del piano de cola, para lo cual se construyeron modelos que se extendían a lo alto en vez de a lo largo, y cada día alcanzaban mayor altura. Las cuerdas de cierto modelo Broadwood vertical se alzaban unos tres metros sobre el teclado, pero tal desequilibrio de peso lo hacía demasiado peligroso para el pianista. Otro modelo, el piano jirafa, era en realidad un piano de cola, pero con la cola erguida hacia arriba. En 1800, el inglés John Isaac Hawkins creó el primer modelo vertical satisfactorio al colocar cerca del suelo el extremo inferior de las cuerdas, lo que con el tiempo dejó anticuado el piano de mesa.

Los compositores lo descubren

Entretanto, los compositores descubrían el nuevo instrumento. El joven Wolfgang Amadeus Mozart quedó impresionado cuando lo probó en 1777 durante su visita al taller de Johann Stein, en Baviera. Enseguida se dedicó a escribir música destinada a este medio, para el cual creó en tan solo cuatro años nada menos que quince conciertos. Con todo, fue Ludwig van Beethoven quien, años más tarde, demostró el potencial del piano, al que infundió vida y al que casi hizo cantar. La aparición de este instrumento, tan esperado en el universo musical, permitió que irrumpiera en la escena una oleada de melodías románticas y apasionadas. Para “el poeta del piano”, Frédéric François Chopin, resultó la vía perfecta para expresar sus sentimientos y pasiones. Franz Liszt compuso emocionantes obras que convirtieron al piano en toda una orquesta, y electrizó al público con su virtuosismo.

Lamentablemente, tanto la caja de madera como las delgadas cuerdas no estaban hechas para soportar la fuerte y apasionada música de un vigoroso concierto. Por ello, los fabricantes comenzaron a añadir refuerzos metálicos, que terminaron formando un bastidor de una sola pieza, hecho en hierro fundido. De este modo se pudo utilizar cuerdas más gruesas y martillos más pesados para aumentar el volumen. El sonido era un tanto áspero, pero se suavizó recubriendo los martillos con fieltro. A fin de ahorrar espacio y mejorar la sonoridad, se extendieron las cuerdas más largas en diagonal sobre las más cortas. Había llegado el piano moderno y, con él, un aluvión de pianistas que llenaban las salas de conciertos con un público entusiástico, ansioso de escuchar el creciente repertorio de piezas creadas para este instrumento. Mientras tanto, los fabricantes de Europa y de América se dedicaron a la producción en masa de pianos con el fin de satisfacer en el menor tiempo posible la fenomenal demanda.

Uno en cada hogar

A principios del siglo XX, el piano, el nuevo símbolo de prestigio, tenía que estar en todo hogar, hubiera quien lo tocara o no. Existía gran demanda de pianistas para entretener a clientes y viajeros, poner música de fondo a las nuevas películas mudas y enseñar al creciente número de alumnos. En torno a este instrumento giraban reuniones familiares, producciones artísticas de aficionados y un sinfín de composiciones musicales. El piano también permitió el surgimiento de estilos únicos, como el sincopado y pegadizo ragtime, el lento blues y el boogie-woogie de persistente compás.

Tras la primera guerra mundial se enfrió el entusiasmo por el piano. De una producción mundial máxima de 600.000 unidades en 1910, las ventas fueron decayendo. Aunque el fonógrafo, la radio, el tocadiscos y, más tarde, la televisión se apoderaron del entretenimiento doméstico, no supusieron el fin del piano, que revivió con los avances tecnológicos posteriores a la segunda guerra mundial. En 1980 hubo cierta recuperación, con una producción de más de ochocientas mil unidades. Al estar hechos de plásticos y aleaciones, los modelos modernos son más ligeros, y las teclas blancas ya no son de marfil, sino de material sintético. Japón es uno de los mayores productores del mundo, y China le ha dado una entusiasta acogida a lo que llama “la reina de los instrumentos musicales”.

¿Le gustaría aprender a tocarlo?

Mientras que con algunos instrumentos le haría falta mucha práctica para producir una sola nota, con el piano solo necesitará pulsar unas cuantas teclas en el orden correcto y ya estará interpretando música. Aunque unos pocos privilegiados logran tocar de oído, la gran mayoría de la gente recurre a manuales sencillos que en poco tiempo enseñan a interpretar melodías con la mano derecha y acompañamiento con la izquierda. ¡Imagínese el sentido de logro cuando pueda tocar alguna de sus melodías favoritas con la ayuda de la partitura! ¿Elegirá una marcha conmovedora, un suave vals o quizás una de sus baladas preferidas? Tal vez se decida por la música latina o algo de jazz. ¡Qué divertido sería formar un dúo con algún amigo! Piense, además, en lo agradable que sería acompañar a un grupo de amigos que cantan o tocan otros instrumentos. ¿Le atrae la idea de incursionar en este universo musical?

El piano mecánico

  Para quienes no tenían soltura con las teclas, la solución era el piano mecánico, o pianola. Se trataba de una combinación de caja de música y de piano, donde las teclas se hundían y se alzaban solas por la acción de las perforaciones de una tira de papel en movimiento. En los primeros modelos de la década de 1890, se colocaba en la parte delantera del instrumento un mecanismo que oprimía las teclas con puntas de madera cada vez que se pisaban unos pedales. Con el tiempo, el artefacto se colocó dentro del mismo piano. Los autotocadores, más evolucionados, reproducían temas ejecutados por grandes pianistas, y los rollos de música se vendían como las cintas y discos actuales. Alrededor de 1925, en Estados Unidos se fabricaban más modelos automáticos que pianos tradicionales. No obstante, la llegada de la radio y el fonógrafo llevó a que casi desapareciera la pianola en la década siguiente.

Cómo funciona un piano de cola

  Más de doscientas cuerdas de acero muy tensas ubicadas en paralelo producen 88 notas. Las cuerdas cortas y delgadas de rápida vibración producen las notas altas, mientras que las cuerdas gruesas, revestidas a menudo de cobre, emiten las notas bajas. Con la excepción de las notas más graves, dos o tres cuerdas afinadas al unísono producen una sola nota.

  Cuando se pulsa una tecla, el sistema de palancas empuja el martillo acojinado contra las cuerdas de esa nota y lo suelta al instante. Si se mantiene oprimida la tecla, la cuerda sigue vibrando, y el sonido se va apagando lentamente. Al soltar la tecla, un apagador presiona la cuerda y la silencia. Cuando se pisa el pedal derecho, situado en la base del piano, se retiran todos los apagadores, por lo que las cuerdas siguen sonando y las notas sucesivas se entremezclan con las anteriores.

  Las cuerdas están tendidas sobre tiras de madera llamadas puentes pegadas a la tabla de armonía, que vibra por simpatía y refuerza enormemente la potencia y resonancia de las cuerdas. La caja de resonancia de madera sirve de amplificador del volumen.

  Los clavos o puntas de sujeción realizan la función de sujetar las cuerdas al bastidor de hierro fundido. El bastidor de un piano de cola debe poder soportar una tensión conjunta de hasta 30 toneladas.

g04 8/7

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