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viernes, 14 de mayo de 2010

Los volcanes: ¿representan un peligro para usted?




Los volcanes: ¿representan un peligro para usted?

LAS erupciones volcánicas, con sus lluvias de ceniza y ríos de lava incandescente, son algunas de las manifestaciones más espectaculares de la energía natural del planeta. Aunque usted nunca haya observado tal acontecimiento, es probable que haya disfrutado de un baño en fuentes termales volcánicas o de alimentos cultivados en los fértiles suelos formados por las cenizas volcánicas. Algunas personas hasta reciben en su hogar los beneficios de la energía geotérmica.

Sin embargo, en los últimos tiempos mucha gente que vive cerca de volcanes activos ha presenciado la destrucción que estos pueden causar. Desde el potente estallido del monte St. Helens en el suroeste del estado de Washington (E.U.A.), el 18 de mayo de 1980, se ha visto en varios sitios del planeta un aluvión, al parecer interminable, de fatales erupciones volcánicas. La pérdida de vidas humanas desde esa fecha hasta hoy es superior a la de los siete decenios anteriores, y la destrucción de propiedad asciende a centenares de millones de dólares. La ceniza volcánica presente en el aire ha estado a punto de causar otros desastres cuando al reducir la potencia de algunos aviones ha provocado aterrizajes de emergencia.

Más destructivas fueron las erupciones y coladas de barro del monte Pinatubo (Filipinas) y el Nevado del Ruiz (Colombia); la primera arrasó decenas de miles de casas y la segunda segó la vida de más de veintidós mil personas. Es posible que ocurran más catástrofes como estas. Los vulcanólogos Robert Tilling y Peter Lipman del U.S. Geological Survey, afirman que “para el año 2000, la población en peligro de desastres volcánicos ascenderá a por lo menos 500 millones de personas”.

Por consiguiente, sería oportuno preguntarse: ‘¿Vivo cerca de un volcán activo o que pudiera entrar en actividad? ¿Qué clase de erupciones son las más peligrosas? ¿Podrían provocar dificultades incluso más letales que la erupción misma? ¿Qué puedo hacer para reducir al mínimo el peligro?’.

¿Dónde están los volcanes activos?

Quizá le sorprenda enterarse de que vive cerca de un volcán durmiente, y que si este entra en actividad, ineludiblemente le afectará. En décadas recientes, los científicos que estudian los volcanes (vulcanólogos) no solo han podido localizar los volcanes activos e inactivos, sino que han logrado comprender por qué se forman en determinados lugares.

En algunos lugares, los géiseres, las fumarolas y las fuentes termales delatan la presencia de volcanes que podrían entrar en actividad. Más de la mitad de los volcanes activos se encuentran a lo largo de los litorales del Pacífico, formando lo que se conoce como el Anillo de Fuego. Algunos son continentales, como las cordilleras de las Cascadas, en Norteamérica, y de los Andes, en Sudamérica; otros forman cadenas insulares, como las islas Aleutianas, Japón, Filipinas y el sur de Indonesia. Los volcanes también son comunes en el Mediterráneo y sus contornos.

Los hombres de ciencia han constatado que los volcanes se forman en los bordes de las enormes plataformas de la corteza, o placas tectónicas, sobre todo, donde una placa se hunde bajo otra. A este fenómeno se le llama subducción, y el calor que genera provoca la filtración del magma (roca fundida) hacia la superficie terrestre. Además, la colisión de las placas genera fuertes sismos en muchas zonas donde se experimentan erupciones volcánicas.

También se forman volcanes donde las placas se separan. Muchas de estas erupciones acontecen en el lecho oceánico, lejos de la vista del hombre. Si usted vive en Islandia, se encuentra en la región más elevada de la dorsal Reykjanes, que está conectada a la dorsal centroatlántica. En esta última se separan la placa que sostiene a América del Norte y a América del Sur y la que sostiene a Europa y a África. Hay, además, unos cuantos focos térmicos por debajo de las placas tectónicas que dan origen a enormes volcanes, como en Hawai y en el continente africano.

¿En qué consiste el peligro?

El grado de peligro que representa un volcán depende de su actividad reciente, lo que incluye la magnitud de sus erupciones y los efectos correlativos. El nivel de riesgo tiene que ver con la cantidad de personas que viven dentro de la zona de peligro y la preparación que estas han recibido. Examinemos primero los peligros.

Comúnmente, las erupciones más peligrosas son las explosiones ocasionadas por el magma rico en sílice, de consistencia pastosa, que puede taponar temporalmente la chimenea de un volcán, hasta que la presión de los gases atrapados lo hacen estallar. El magma rico en sílice se solidifica formando rocas de color claro, que se observan comúnmente en los volcanes de los márgenes de una placa tectónica. También ocurren explosiones cuando la columna ascendente de magma se encuentra con un depósito de agua y lo evapora. La ceniza caliente de una erupción explosiva puede ser fatal; en 1902, tres volcanes de la región del Caribe y Centroamérica mataron a más de treinta y seis mil personas en seis meses.

Por otro lado, los volcanes que se originan en un foco térmico oceánico, en la zona de separación de las placas tectónicas, y muchos otros, están formados principalmente por basalto negro, pobre en sílice pero rico en hierro y magnesio. El magma basáltico es fluido, y comúnmente produce erupciones de poca o ninguna violencia; además, sus coladas lentas de lava son relativamente fáciles de eludir. Sin embargo, estas erupciones pueden durar mucho tiempo; el volcán Kilauea, de una de las islas de Hawai, ha tenido erupciones continuas desde enero de 1983. Aunque estas erupciones causan pérdidas materiales, rara vez dejan heridos o muertos.

Algunas erupciones depositan grandes cantidades de cenizas en una ladera del volcán; estas pueden causar derrumbes o —mezcladas con nieve, hielo o agua— avalanchas de derrubios que pueden arrasar con rapidez los valles. Las coladas de barro (llamadas también lahares, de la voz indonesia para lava), pueden extenderse a muchos kilómetros del volcán, incluso bastante tiempo después de que hayan cesado las erupciones.

Un fenómeno de gran alcance, aunque raro en la historia, son los tsunamis: olas gigantescas ocasionadas por una erupción en el océano o por el derrumbe submarino en la ladera de un volcán emergente. Estas olas de inmensa energía se desplazan a centenares de kilómetros por hora. En mar abierto son muy bajas y no representan ningún peligro para los barcos, pero al acercarse a tierra firme se hacen inmensas. Las crestas de estas olas pueden ser más altas que las casas y que muchos edificios. En 1883, cuando hizo explosión el Krakatoa, 36.000 personas perdieron la vida por causa de los tsunamis que arrasaron las costas de Java y Sumatra.

Otros peligros que ponen en riesgo o perturban la vida son: las cenizas y los piroclastos (fragmentos) que arrojan los volcanes, las ondas de choque atmosféricas causadas por las explosiones, los gases tóxicos, la lluvia ácida y los movimientos telúricos. Las decenas de volcanes peligrosos que hay en el mundo, y la gran cantidad de peligros latentes relacionados con estos, hacen que la tarea de determinar el riesgo de sufrir daños sea realmente difícil.

¿Puede reducir usted el peligro?

El crecimiento de la población mundial, hace que más personas vivan en zonas de peligro volcánico. Por este motivo, así como por el aumento reciente de la actividad volcánica en el orbe, los vulcanólogos luchan cada día con más tesón por reducir los peligros. En algunos casos se han pronosticado con éxito las erupciones, y de este modo se han salvado vidas humanas. ¿En qué se basan estas predicciones?

Las erupciones por lo común van precedidas de sismos en el volcán o en su sistema de alivio, que indican que el magma está abriéndose camino hacia la superficie. Cuando el magma se acumula en un volcán, se incrementa la presión, se liberan gases y es posible que el agua subterránea aumente en temperatura y acidez. Antes de una erupción grande, pudieran ocurrir algunas pequeñas. Todos estos fenómenos son susceptibles de medición.

Mucho antes de que acaezca una erupción, los geólogos pueden formarse una idea de los peligros analizando las capas de roca. Las coladas volcánicas así como los efectos concomitantes a menudo tienen similitudes con otros anteriores, o las erupciones siguen el patrón de otros volcanes que han sido estudiados. Con esa información como base, se han elaborado mapas de las zonas de mayor riesgo para muchos volcanes.

Así pues, la clave para salvar vidas de los peligros volcánicos tiene que ver con el asesoramiento y las observaciones de los vulcanólogos, y con el sistema de alarma implantado por las autoridades locales. A diferencia de los temblores, que en su mayoría escapan a todo pronóstico, muchos volcanes pueden observarse con tal precisión que es posible evacuar a las personas de la zona de peligro antes de la catástrofe. Es crucial alejarse de la zona de peligro, pues por lo general las construcciones del hombre no ofrecen protección contra la furia y el calor de las coladas y explosiones volcánicas, ni contra las fuerzas destructivas de las avalanchas de derrubios, las coladas de barro y los maremotos.

Aunque el hombre adopta medidas que son encomiables para reducir los daños que causan las erupciones volcánicas y los fenómenos relacionados con estas, todavía no es capaz de predecirlas con una exactitud que garantice una seguridad total. Hasta algunos observadores de volcanes han muerto a consecuencia de una erupción inesperada. Por lo tanto, si usted vive en una zona de riesgos volcánicos, escuche las advertencias de las autoridades locales. De este modo será más probable que sobreviva a un desastre de esta clase.—Contribuido por un astrogeólogo.

¿Vaticinar erupciones volcánicas desde el espacio?

Imagínese, satélites que pueden medir movimientos volcánicos de tan solo un centímetro mientras se desplazan a cinco kilómetros por segundo a 20.000 kilómetros de la superficie terrestre. Este logro se consigue gracias al sistema GPS (Global Positioning System, sistema de posicionamiento terrestre) que consta de un conjunto de satélites y de radiorreceptores colocados en lugares estratégicos de la Tierra. En cada medición, se determina con exactitud la posición de por lo menos cuatro satélites. El tiempo se mide con relojes atómicos sumamente precisos. Estas mediciones, que pueden realizarse en la mayoría de las condiciones atmosféricas, tienen varias ventajas sobre los métodos de observación terrestres. Los sondeos con el GPS pueden mejorar considerablemente los pronósticos de erupciones volcánicas, que posiblemente van precedidas de una expansión volcánica de varios años. Esta tecnología está utilizándose en volcanes de Estados Unidos, Islandia, Italia y Japón.

g96 8/5

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